32 científicos e inventores españoles que cambiaron el mundo y fueron borrados por la Leyenda Negra
La Leyenda Negra establece para la historia del Imperio español un esquema basado en la idea de la ruina perpetua, donde el país se hizo con el cetro mundial a espadazos, violaciones y fanatismo tras hallar por casualidad un continente que sufragó todos sus excesos; y luego se pasó hasta 1898 pagando por sus pecados, sus deudas, su atraso crónico y por haberse enfrascado en una empresa por encima de sus posibilidades. Según esta idea extendida, la prepotencia y la ceguera de España evitaron que pudiera coger el tren del progreso a tiempo, dando la espalda sistemáticamente a sus élites más preparadas: los judíos, los reformistas extranjeros como Esquilache o los afrancesados de José I.
La realidad, sin embargo, es que ningún imperio se forma por casualidad ni se se mantiene cinco siglos cayendo, salvo que lo haga a una velocidad de caída imperceptible al ojo humano.
La cifra de los sefardíes que llegaron a salir del país puede que no pasara de las 20.000 personas, según las investigaciones del hispanista Henry Kamen, y «no cabe la menor duda de que los judíos no constituían ya una fuente de riqueza relevante [en Castilla y en Aragón], ni como banqueros ni como arrendatarios de rentas ni como mercaderes que desarrollasen negocios a nivel internacional», en opinión de Joseph Pérez recogida en su libro «Historia de una tragedia: la expulsión de los judíos de España» (Barcelona, Crítica).
Sobre las reformas procedentes del extranjero y los afrancesados, cabe recordar que una de las primeras cosas que destruyeron las tropas napoleónicas fue el segundo telescopio más grande del mundo, que estaba en Madrid. Porque, así lo demuestras las cifras, la España previa a la invasión napoleónica no estaba lejos tecnológica y económicamente de Inglaterra o Francia, y superaba en muchos campos a otras potencias como Prusia, Austria y Rusia. Así ocurría en química, medicina o botánica. El 1 de febrero de 1792 se inauguró en el Alcázar de Segovia el que fue considerado el mejor laboratorio de química de Europa. Además, España, sola o asociada a otras Cortes europeas, realizó 63 expediciones durante la Ilustración, más que ninguna otra nación en el mundo, lo que le valió el siguiente elogio del viajero y científico Alexander von Humboldt:

«Ningún gobierno ha invertido sumas mayores para adelantar los conocimientos de las plantas que el gobierno español. Tres expediciones botánicas, las del Perú, Nueva Granada y Nueva España […] han costado al Estado unos dos millones de francos […] Toda esta investigación, realizada durante veinte años en las regiones más fértiles del nuevo continente, no solo ha enriquecido los dominios de la ciencia con más de cuatro mil nuevas especies de plantas; ha contribuido también grandemente a la difusión del gusto por la Historia natural entre los habitantes del país».
Portugal y España no hubieran podido explorar mares, cientos de islas y todo un continente en solitario durante el siglo XVI. Ni hubiera podido Elcano completar la primera circunnavegación a la tierra sin un bagaje naútico y tecnología a la vanguardia. La Casa de la Contratación de Sevilla no fue sino uno de los principales centros de ciencia aplicada del mundo. Y desde luego no se pueden controlar los campos de batalla sin artilleros y constructores de fortalezas de calidad, esto es, matemáticos e ingenieros.
El interés por la ciencia de Felipe II fue proverbial, aunque la Leyenda Negra (¡Otra vez, la dichosa leyenda!) quiera presentarle como un fanático religioso con interés en ciencias ocultas como la alquimia. El Rey Prudente fundó la primera Academia de Ciencias y Matemáticas (1582) de Europa y uno de los primeros museos de ciencia en la historia con sede en Valladolid, así como promotor de un conjunto de academias matemáticas por todo el imperio.
Que la España que él y otros reyes crearon no fue el desierto científico que la Leyenda Negra ha contado, y los españoles han creído, se puede comprobar con esta lista de especialistas de múltiples campos que, a su manera, cambiaron el mundo a mejor.